HOTEL CLUB PUNTAGRANDE
HISTORY
The earliest house on Puntagrande was a 40 sqm room built around 1830. In 1884, the building already had two floors and looked a great deal like it does today. It became a strategic centre for trading, with its storage facilities on the ground floor and offices above. After continuous growth for some years, in the 1930s commerce in the area declined and the house was abandoned.
In 1948, it was bought by Francisco Padrón Villarreal and, in the mid 1970s, rehabilitation was started by the architect José Luís Jiménez, facilities were improved and integrated in the surrounding landscape, and the house of Puntagrande was born again.
The establishment has since fed, hosted and entertained visitors from all over the world. Both as a restaurant and later as a hotel, the house of Puntagrande has received several important national and international prizes, including the Guinness world record for the smallest hotel in the world, awarded in 1989.
With its dramatic natural surroundings, architectural heritage and museum-like interiors which include an impressive collection of nautical registration plates, Puntagrande is regularly featured in international travel and architecture magazines. The hotel continues to attract curious, adventurous and discerning travellers from around the globe.
SU HISTORIA
El Hierro cuenta, sin duda, con algunos edificios emblemáticos que, por su importancia en el devenir histórico de la isla o, por sus cualidades de índole artística, son merecedores de ser declarados “bien de interés cultural”.
Uno de estos edificios lo constituye la popularmente conocida “Casa de la Punta” ubicada, como su nombre nos indica, en el extremo de una lengua de tierra situada en la zona de Las Puntas, en el Municipio de La Frontera. En el embarcadero de “Punta Grande”.
Aproximadamente en 1830; fecha difícil de precisar al carecer de documentos que lo acrediten, perdidos en el desgraciado incendio del Ayuntamiento de Valverde en el año 1899, cuando la isla contaba con un solo municipio; se realiza la primera construcción de un simple cuarto de menos de 40 metros cuadrados, con techo de colmo y del que todavía se pueden apreciar algunos muros, los correspondientes a la pared norte, por su tono más oscuro.
Ya en 1884 se inaugura la casa de dos plantas cuya estructura, en líneas generales, se ha venido conservando hasta el momento. Construida por la familia Reboso, el caserón se convierte en el punto neurálgico del comercio del Valle, sirviendo la parte baja, de almacén en donde se guardaban diferentes productos que se exportaban: vino, fruta y hasta agua del Pozo de la Salud y la alta, habilitada como las oficinas de Aucona. A estos usos, de índole oficial y según la tradición oral que ha llegado a nuestros días, se une el uso como lugar de celebración de fiestas populares.
En 1908, debido al auge comercial de la zona y coincidiendo con la presencia de la Compañía Hamilton, que adquiere a la familia Gondard unos terrenos en la ribera, el embarcadero de Punta Grande ve ampliada su capacidad de almacenaje e, incluso, se coloca un gran pescante, propiedad de los titulares de la casa y para el que se obtiene la correspondiente concesión de uso, que facilita las labores de carga y descarga de los barcos visitantes.
Unos años más tarde, entre 1920 y 1930, el embarcadero vive su época más activa, como se puede comprobar por los manifiestos de carga y descarga de dichas fechas, que afortunadamente pueden consultarse en los archivos del Cabildo. De esta manera se importaba cemento y materiales de construcción, tal como la teja marsellesa, que curiosamente ha quedado incorporada a la arquitectura autóctona. Pero además, una atenta lectura de estos archivos, nos da una idea de las carencias que padecía la isla en aquellos momentos, quedando reflejadas en el importante volumen de importaciones de alimentos de carácter básico.
El año 1934 marca el comienzo del declive comercial de Las Puntas y el progresivo abandono del edificio. En este año, se inaugura la carretera general que une La Frontera con Valverde, quedando establecido así un enlace al puerto de La Estaca, mucho más operativo que nuestro embarcadero, sobre todo en los meses de invierno.
En 1948, la propiedad pasa de D. Matías Díaz Padrón a D. Francisco Padrón Villarreal. Más tarde, en el año 1969, la propiedad sufre un nuevo cambio y aunque permanece en parte vinculada a la familia de “los Villarreales”, pasa a ser gestionada desde un enfoque distinto por la sociedad Ferinto S.A., que pretende aprovechar tanto sus valores históricos, como la singularidad de su emplazamiento, con fines turísticos. Así, en noviembre de 1975 se obtiene de la Jefatura Regional de Costas y Puertos la pertinente autorización para “reconstruir una casa en estado semiruinoso, en el lugar denominado Punta Grande”, previa licencia de obras otorgada por el Ayuntamiento de La Frontera.
En relación con la indudable valoración artística desearíamos hacer algunos comentarios:
Las obras iniciadas a mediados de los años setenta, no constituyeron una restauración en el sentido más estricto, ya que no se pretendió realizar una reconstrucción fiel y exacta del edificio a su estado original, sino más bien una rehabilitación adecuada al nuevo uso del edificio. Esta forma de proceder, que en rigor es menos respetuosa con la herencia artística, vino a solucionar algunos de los graves problemas que este singular inmueble sobrellevaba, entre los que podemos citar:
La calidad artística en las soluciones de rehabilitación es incuestionable. El talento del arquitecto José Luis Jiménez Saavedra, supo introducir en las fachadas del inmueble, elementos arquitectónicos, entresacados del propio paisaje circundante, que lograron la integración del edificio en el entorno natural. Además, podemos observar las distintas soluciones arquitectónicas aportadas cuyo fin era contribuir a generar un espacio único. En este sentido podemos admirar la integración interior de la planta alta y la planta baja, a través de un generoso espacio abierto común; la iluminación natural interior, suave y tamizada que contrasta con el carácter macizo y pétreo del volumen exterior; el exclusivo uso en el interior de materiales naturales extraídos del entorno; las distintas calidades de maderas nobles y rocas lávicas, algunas de las cuales todavía cubiertas por líquenes.
Es de destacar la calidad museística de la decoración, que hacen del edificio un lugar de visita, al margen de su función restauradora. Un ejemplo de esto podrían ser los balaustres de la escalera, diseñados por el artista canario Néstor de la Torre y recuperados de la demolición del antiguo Ayuntamiento de Telde o, el telégrafo del correíllo Viera y Clavijo, así como las matrículas de barcos que decoran las paredes del restaurante del Hotel, entre las que se encuentra la del buque “Ángela Pando”, embarrancado y hundido en la Isleta de Gran Canaria.
Por último, nos gustaría añadir algunos detalles curiosos, que indudablemente han contribuido a conformar parte de la historia de este singular edificio:
En el año 1984, se le concede al restaurante Puntagrande, la placa de bronce al mérito turístico, por el Ministerio de Información y Turismo.
El mantenimiento de la casa y de lo que a la postre se ha convertido en un auténtico museo naval, se financia en parte con los ingresos provenientes del restaurante que viene funcionando en la planta baja. Pero al no ser estos suficientes, se decide habilitar para su uso turístico la planta alta del edificio, preparando 4 habitaciones y solicitando, en el año 1987, la categoría de hotel para el conjunto de la explotación. La Consejería de Turismo aprueba dicha solicitud, concediendo al hotel la categoría de 2 estrellas.
Dos años más tarde, en 1989, el hotel entra en el libro de records del Guinness, como el hotel más pequeño del mundo convirtiéndose, en todo un hito para el visitante a la isla.
En el año 1991, el Gobierno Autónomo de Canarias, reconociendo la importancia turística del establecimiento, otorga al Hotel Puntagrande la medalla de plata de Importantes del Turismo. Hecho que se refleja fielmente en el Libro de Oro de Huéspedes del Hotel, en donde podemos encontrar gran número de dedicatorias y comentarios firmados de personalidades, tanto del mundo cultural y artístico, como del ámbito científico o político. A esta curiosidad, debemos añadir un sinfín de publicaciones especializadas sobre turismo y arquitectura, tanto nacionales como extranjeros, que resaltan las características singulares del edificio: los valores culturales e históricos que habitan entre sus muros y que se respiran a través de sus más íntimos detalles.